marzo 05, 2010

Santiago #3

Otro breve texto de una gran y compleja historia que ha estado nadando en mi cabeza desde hace unos años. Les recomiendo también este y este otro.

Después de la escuela llegué a mi casa completamente cansado,  saludé a mi mamá y me dirigí a mi cuarto donde me encerré. A pesar de que mi cuerpo estaba agotado me era imposible dormir. Me desvestí y me acosté en mi cama, entonces sonó el teléfono, contesté de inmediato y nadie respondió. Sé que era Ana, pues no era la primera vez que hablaban y hacían lo mismo. Sólo se quedaban en silencio y colgaban.

- Ya déjate de pendejadas Ana. No estés jugando ¡si tienes algo que decir, dilo y ya! – grite desquiciadamente

Colgué el teléfono y me acordé de la llamada de Santiago, entonces le marqué. No contestó. Así que le deje un mensaje en su grabadora.

La noche pasaba y yo no sabía que hacer, no me era posible dormir. Decidí llamar a Adriana, mi novia. No llevaba mucho con ella, máximo 3 o 4 semanas. Contestó su padre, un señor controlador y sobre protector que no quería que nadie se acercara a su hija, no contaba con que ella era una zorra – y era mi novia – me dio tanto miedo que colgué. Pero era tanta mi desesperación que decidí ir a buscarla a su casa.

Tome las llaves del coche de mi madre y sin avisar, salí hacia casa de Adriana. En el camino pensé muchas cosas. Realmente no la quería, tan sólo la usaba para olvidar a Ana o al menos no pensar tanto en ella. Como dije era una zorra y yo lo sabia perfectamente, la conocí en una fiesta donde nos embriagamos e hicimos el amor cuantas veces pudimos. Al llegar me estacioné en frente de su casa, apagué el coche y encendí el radio, estuve sentado ahí como 20 minutos mientras fumaba un cigarro. Decidí volver a marcar a su casa, esta vez contesto ella.

- Bueno – dijo en voz baja
- Adriana, soy yo Diego
- ¿Qué quieres? ¿Qué no ves la hora? Mis padres ya están dormidos – contestó con un tono de preocupación
- Quiero verte, te necesito – lo que realmente significaba: quiero hacerte el amor.
- ¿Ahorita? No puedo.
Me baje del coche y me paré afuera de su ventana.
- Vamos, sólo un rato, asómate estoy afuera.
Abrió la ventana y me vio.
- ¿Y mis papás? ¿Qué tal si me cachan?
- No se van a dar cuenta, ya vente.
- Esta bien, ahorita bajo – y me hizo una seña con la mano.–

Después de 15 minutos de esperar por fin bajo.

- Perdón, es que tuve que escaparme, mi hermano aún estaba despierto.
- Sí, no te preocupes, esta bien.
- ¿Qué paso? ¿Para que me querías?
- Súbete – y le señalé el coche
- ¿A dónde vamos?
- A pasear, tú súbete –le sonreí y ella respondió de la misma manera.

Se subió al coche y comencé a  manejar sin ningún destino. Volví a encender el radio, sonaba una canción que me recordó a Ana “…yo te escuchare con todo el silencio del planeta y mirare tus ojos como si fueran los últimos de este país...”  No dejé de pensar en ella. ¿Cómo estará? ¿Qué será de ella? ¿En verdad será ella quien llama en las noches y se queda callada? ¿Por qué llamará? ¿Me extrañará?

Sin darme cuenta estábamos enfrente del aeropuerto, estacioné el coche en una calle obscura. Adriana me miro fijamente.

- ¿Qué hacemos aquí? – preguntó desconfiada.
- No lo sé.

Me acerqué y comenzamos a besarnos, no dude ni un sólo momento en quitarle la ropa, se encimó sobre mi y comencé a tocarla. Desabroché su blusa y le quite la ropa rápidamente, le bese todo el cuerpo, la sentí en mí, su respiración era mía, mi aliento era suyo. Le repetí infinitamente cuanto la amaba, al mismo tiempo que pensaba en Ana. Algo golpeó el espejo, Adriana como pudo se vistió de inmediato, baje el vidrio y un par de policías se dirigieron a mí.