junio 13, 2010

Santiago #4

Otro pequeño fragmento de está grande y complicada historia que nada por mi cabeza todas las noches. Les recomiendo también Santiago #1, Santiago #2 y Santiago #3 (el orden de los fragmentos está alterado del tiempo cronológico de a historia).

Después de 5 horas de desesperación, llamaron a la puerta. Abrí, eran las 2:28 de la madrugada, tres hombres vestidos de traje me pidieron que los acompañara, sabía que se trataba de Santiago, sin poner resistencia accedí y entré en el auto.

- Ahora si te metiste en un buen pedo - me dijo uno de los hombres
- ¿Yo? Pero si no he hecho nada.
- A ver si estas tan seguro - culminó con una sonrisa.
- Ya cállate y deja de molestarlo - le dijo con una voz seria el hombre que manejaba, por lo que asumí que el era el líder de los tres.

Al llegar a las instalaciones de la policía judicial, subimos por un elevador y me encerraron en una oficina.  Hora y media después se apareció uno de los hombres – el jefe, según mi parecer – se sentó en el escritorio.

- A ver Dieguito, no nos hemos presentado aun, yo sé muy bien quien eres, pero tú ¿sabes quien soy yo? - Negué con la cabeza.
- Soy el agente Luis Suárez – ya no tenía la cara ni la actitud seria que tuvo durante todo el camino.
- Bueno, el caso está así, tenemos un muerto y un testigo que afirma que tú lo mataste.
- ¿Un testigo? Yo no mate a nadie – ¿Un testigo? ¿Quién? ¿Ana? No. Ella nunca me acusaría.
- Pareces estar muy seguro, te voy a dejar este fólder y lo vas a leer, es la declaración del testigo, regreso en un rato.

En cuanto salió del cuarto y cerró la puerta abrí el fólder, casi cinco hojas con la letra de Ana, ella me había delatado y no sólo eso, sino que también mintió: “Entonces Diego le arrebató la pistola y comenzó a dispararle”

En ese instante estaba confundido, no entendía lo que estaba pasando. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Por qué lo habrá hecho? Miles de preguntas alborotaban mi mente cuando regresó el agente.

- ¿Entonces? ¿Cómo ves? ¿Aún crees que no lo mataste?
- Si - afirmé
- Mira escuincle, más te vale que me hables con la verdad cabrón, o confiesas y podrías pelear por salir bajo fianza, o te hacemos confesar y te mueres en la cárcel.
Tomó uno de mis dedos y comenzó a doblarlo, no pude aguantar el dolor y lo confesé todo. Al ver que mi versión no coincidía con la de Ana, el agente salió de la oficina.

- Voy a investigarlo, más te vale decir la verdad, al rato regreso, te voy a mandar algo que comer.

La comida nunca llego, al cabo de 3 horas regreso el agente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ahi va el ejercicio cotaziano, échale bro