enero 13, 2010

TBS (True Blogger Story)

Ya! Ya! Basta! Ya sé que llevo días y días con El Microbús parado y más olvidado que nunca. La verdad no pienso justificarme con pretextos, pues sólo existe una razón y se llama hueva. Pido una disculpa y les agradezco a todos esos fieles pasajeros que se han acercado a exigirme que encendamos el motor, metamos primera y terminemos con esta larga sequía de letras. Es por eso que, en forma de compensación, he decidido realizar un legendario y verdaderamente esperado post. Sí, así como lo leyeron. El día de hoy contaré como es que nace El Microbús y el "porque" de su nombre, así que agárrense por que van a leer todo lo que no leyeron desde hace una semana.

Fue hace seis años que, por curiosos, Miguel y yo decidimos entrar al closet de la Miss Bertha. Era un puerta anaranjada de aproximadamente dos metros de alto y uno de ancho, con interior desconocido. Supuestamente ningún alumno tenía acceso a ella, sin embargo, por la gran confianza que existía entre la maestra y nosotros, nos dimos el permiso de husmear un rato. Abrimos la puerta y no encontramos nada que, en ese momento, nos pareciera interesante, incluso nos sentimos un poco decepcionados: cuadernos maltratados, hojas rotas, viejos exámenes y una que otra envoltura de comida.  Desilusionados decidimos cerrar la puerta y regresar a nuestra educativa cotidianidad, pero un libro cayó al suelo. Yo lo levanté sin hacerle caso alguno, pero Miguel decidió abrirlo. Aquel insignificante libro de contenido poético fue el que despertó en mi este amor desenfrenado que actualmente tengo por las letras. “A una ramera” fue la primera poseía que  leí voluntariamente en mi vida (obviamente influenciado por el morbo de cualquier niño de 12 años). Desde entonces, Miguel y yo comenzamos a involucrarnos mucho en el rollo “literario.” Un par de años después, inspirado en un infantil, pasajero y apasionado amor, decidí aventurarme a la escritura. En un inicio, lo hacía en secreto, pero la necesidad de saber si lo hacía bien o mal me obligó a sacar de mi cajón todos esos desnutridos versos que nacían en mi ingenua mente.

Fue así como surgió la idea de un sitio donde yo pudiera plasmar todas esas palabras que no se dicen, pero que sino se sacan, se pudren dentro. Entonces nació Bohemian Space, este fue el primer sitio donde pude redactar sin temor alguno todas mis ideas. Ahí me tenían, con el corazón hecho trocitos escribiendo (con cuantas faltas de ortografía pueden imaginar) mis pobres y forzadas rimas. Con apenas seis lectores en cuatro meses, el proyecto fracasó.

Un poco desilusionado, decidí dejar las palabras muy bien guardadas, tanto que incluso deje de escribir. Sin embargo, forzado por un proyecto escolar, tuve la fortuna de leer conocer a aquel quien sería mi más grande inspiración: Gabriel García Márquez. Desde la primera vez que leí Relato de un Naufrago (lo he leido cinco) quedé verdaderamente impresionado del gran poder que tienen las palabras. Desde ese momento corrí a Gandhi (osea que fui a la librería, no que rechacé a la famosa celebridad) y compré cuantos libros de GGM encontré. Verdaderamente influenciado y emocionado, decidí volver a escribir y combinar dos de mis pasiones más grandes, la escritura y la tecnología. Así fue como llegue al blogger y retomando la idea de Bohemian Space, surgió La Vie Boheme (que creativo, no?) En dicho blog fueron posteados las dos primeras entradas de lo que hoy es El Microbús. Todo parecía perfecto, sin embargo, gracias a la continua inestabilidad que me caracteriza abandoné el blog por más de un año.

Hace siete meses, cada vez más enamorado relacionado con los medio de comunicación y la tecnología, revivió en mí esa necesidad de comunicar. Esta vez era distinto, pues mi estrecha relación con el teatro, la música y el diseño me había brindado madurez, disciplina y mucha creatividad para compartir. La idea del blog vuelve a tomar fuerza, sin embargo, yo buscaba un concepto distinto al acostumbrado. Un concepto en el cuál pudiera no sólo expresar, sino interactuar con el lector, compartir experiencias, risas, sentimientos y juntar en un sólo sitio miles de historias propias y compartidas. Un proyecto tan  ambicioso  (al menos para mí) necesitaba una personalidad fresca y atractiva. Algo que le dijera al lector "estas en confianza, habla, quéjate, agradece, comparte, sonríe y llora." El nombre de El Microbús nace de dos razones: Yo, que siempre he sido cliente frecuente del transporte público (y parece ser que lo seguiré siendo) no encontré mejor relación con la idea de compartir que la experiencia de viajar en microbús. Es decir, el microbús es un cotidiano y sencillo lugar donde se juntan al menos veinte completos desconocidos, que sin darse cuenta lo comparten todo. En tan sólo un viaje hay docenas de historias que contar, son vidas distintas que coinciden en el mismo lugar al mismo tiempo y que probablemente al bajarse de el microbús no volverán a encontrarse jamás. La segunda razón del nombre es más personal, pues en una ciudad tan caótica como en la que vivo, el microbús se convierte en un espacio de reflexión, de creatividad, de soledad y de mucha imaginación. Es un escape de la difícil y loca vida que experimentamos, es El Microbús.






2 comentarios:

Koheli dijo...

Yeah, al leer esta entrada, llega a mi una parvada de de recuerdos que revolotean sin sentido en un caotico espectaculo mental. Aclarando un poco mi mente asi como mis ideas surgen dos cuestiones: ¿Que fregados hice con ese libro? Si, lo acepto ante tus seguidores, le robé el libro a la Miss Bertha y ¿Aun recuerdas las estrofas de ese escandaloso poema?

Saludos y mucha suerte en este proyecto.

Bárbara Gómez dijo...

bravo! bravo!

(tú no me ves, pero me puse de pie :D)