noviembre 19, 2009

Fragmento #1

Tania nació un martes frío y lluvioso, muy parecido al día en que diecisiete años después se quitaría la vida. Su madre la miró fijamente a los ojos y le hizo la promesa de siempre estar a su lado y cuidarla como sus padres nunca pudieron hacerlo con ella, promesa que le fue imposible cumplir pues tan sólo nueve minutos después falleció por una hemorragia a causa del parto. Sin embargo, Tania nunca aparentó su soledad, las drogas y el sexo indiferente eran el disfraz perfecto de un alma destrozada y un corazón escaso de caricias. “Todos sabíamos que esto pasaría, al menos yo lo esperaba” Me comentó Laura, una de sus amigas más cercanas, ahogada en lagrimas. Tania tenía todo lo que cualquier niña de su edad querría, a excepción de una familia. Gregorio, su padre, se caso con una mujer dieciséis años menor que él, tan sólo cuando Tania cumplió siete, desde entonces ella se vio obligada a guardar sus muñecas en aquel empolvado baúl que su abuela le regalo a su madre el día de su boda, y tuvo que mirar por si misma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sueltes todo tan de putazo, en un texto normal, toda la información que soltaste se iría desvelando poco a poco en 3 capítulos. Haz que el publico disfrute con la descripción y la narrativa, cada cosa a su tiempo.

Anónimo dijo...

Por cierto, cien años de soledad es una obra maestra, pero no es precisamente lo más entretenido de leerse.