septiembre 01, 2008

Martes



Se ve la hermosa e inocente sonrisa, los ojos obscuros se iluminan al verse, se saludan los cuerpos y llega el premio de unos difíciles y desgatados sietes días… el beso. Mientras se mencionan las primeras palabras, el deseo y el amor, disfrazados de cortesía, me invitan a pasar. Entonces, ya adentro, se liberan. Nace el “te amo” y tus labios se complementan de inmediato con los míos. Es así como llegamos a nuestro suave lienzo, donde nuestro amor se expresara de la mejor manera que sabe hacerlo. La piel se despoja de las telas y en seguida busca su complemento para evadir el frío. Se encuentran, se rozan. Las caricias se apoderan del momento, se deslizan por todos lados, recorren el cuerpo hasta que las miradas se encuentran. Ellas se dicen miles de cosas, sin mencionar una sola palabra. Dentro de las cuatro paredes, los dos se convierten en uno. El reloj no para, no existen interrupciones, el tiempo es nuestro. Las mentes se deshacen de las preocupaciones y el lenguaje se vuelve íntimo. Llegamos juntos al segundo más largo y al terminar llega el beso final, el último te amo y el más cariñoso y placentero abrazo. Sin embargo, aun no acaba…